Charles Dickens
(La
pequeña Dorrit)
La pequeña Dorrit
narra la vida de Amy (Claire Foy), la hija menor de William Dorrit, confinado a
una cárcel de deudores de Londres desde hace más de veinticinco años.
Toda la existencia
de Amy ha transcurrido dentro de las cercas de la prisión de Marshelsea, donde
son depositados todos aquellos hombres incapaces de cumplir con sus
obligaciones pecuniarias. A sus 21 años, la noble chica cuida de su padre
mientras sus indolentes e irresponsables hermanos mayores se ocupan de sus
propios asuntos. Al mismo tiempo, Amy trabaja como costurera y dama de compañía
de la implacable señora Clennam.
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El triste destino
de los Dorrit está a punto de cambiar gracias a la aparición de Arthur Clennam
(Matthew MacFadyen), el hijo de la patrona de Amy. Arthur es un joven refinado
y de gran corazón que llega a Londres después de 15 años de autoexilio, a fin
de hacer cumplir la última voluntad de su padre… aunque ésta no está del todo
clara. Una frase: “Arréglalo, Arthur…”, pronunciada en el lecho de muerte del
señor Clennan y un críptico mensaje para su madre: “No olvides”, es todo lo que
tiene.
Arthur sospecha
que aquel mensaje está relacionado con la pequeña Dorrit, la joven acompañante
de la señora Clennam, a quien, a diferencia del resto de las personas, la
anciana dispensa un trato amable y considerado. Amy y su padre convicto pueden
ser la clave de todo.
Devoré la
miniserie con mucha emoción, ya que siento mucha afinidad con el Londres
decimonónico, sus estrechas y ruidosas calles comerciales como Bleeding Heart
Yard y la magnífica Venecia, donde se desarrolla buena parte de la trama.
Además de ello, me
reí y lloré a cántaros con los pintorescos personajes que conforman la
historia. Confieso que a veces me sentí confundida con algunos de ellos; es
difícil determinar sus intenciones en un principio, pero luego todo va cobrando
sentido. Todos y cada uno de ellos serán inolvidables para mí.

En resumen, la pequeña
Dorrit es una historia atractiva y fluida que retrata la miseria de las
prisiones para deudores, la tan nombrada doble moral victoriana y la indolencia
de la sociedad para con las clases inferiores; un material obligatorio para
comprender la sociedad británica del siglo antepasado, pero también vale la
pena añadir que es una historia de amor preciosa.
¿La RSC es voluntaria?
La RSC es
voluntaria, pero… como su propio nombre indica, RSC implica tomar responsabilidad de que, cada
una de las decisiones que se toman tanto en la producción, cómo sobre los
productos o servicios que se comercializan, tienen un impacto en la sociedad y
en el entorno.
Por tanto,
si bien es cierto que no existe ninguna normativa que exija a las corporaciones
integrar la RSC, la sociedad, cada vez más concienciada con que cada acción de
su día a día tiene un impacto en sí misma y en el entorno, exige lo mismo de
las empresas de las cuales adquieren bienes o servicios. Por tanto, resulta
innegable decir que la RSC
aporta valor a la sociedad, pero también se lo aporta a la empresa que la
incorpora.

La doble moral es algo que hoy en día sigue existiendo en el mundo, a pesar de la cultura o costumbre que uno tenga a veces sólo haremos lo que nos parezca en determinada situación ya sea bueno o malo, visto por la sociedad de distinta manera. Como es lo que hacen algunas empresas, impactan de manera negativa al medio ambiente y a la vez hacen algo para reivindicarse.
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